La crítica de la semana | El gran legado de los maestros catalanes

La crítica de la semana | El gran legado de los maestros catalanes

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 23 al 29 de enero de 2017
 

Hay una generación de comunicadores catalanes que cimentaron los engranajes sobre los que se sustenta la televisión que se consume hoy en día. Esta semana, la presencia de algunos de ellos, nos deja lecciones televisivas a tener en cuenta.

Desde que aterrizó Mercedes Milá en TVE hasta que despuntó Jordi Évole en LaSexta pasaron 40 años, en todo este tiempo una retahíla de catalanes fueron ocupando los tronos de la televisión más consumida en España. Por difícil que nos sean de entender sus juegos infantiles o por lamentables que nos puedan resultar los roles femeninos que se desempeñan en ‘El Hormiguero’, Pablo Motos, sin ser catalán, es el rey de la televisión que se consume hoy en día. Su programa (es importante remarcar el “su”) consiguió esta semana ser lo más visto del día en tres ocasiones, alcanzando el lunes un excelente 18% de share. Lo mejor de este éxito abrumador es la libertad que tiene el formato para invitar a los invitados que le vengan en gana, incluso iconos de cadenas rivales. El pasado martes le tocó el turno a la Milá, la periodista visitaba a las hormigas derrochando sabiduría y desnudando las debilidades de Motos. Un presentador que hace girar todo el programa entorno a su figura, desaprovechando sus invitados hasta convertirlos en bufones sin sustancia informativa, ya no importan las opiniones solo prima el lucimiento personal de Motos. Mercedes Milá desplumó al ególatra, marcó ella los ritmos y tuvo la generosidad de entender dónde estaba y remar a favor de obra. No se trata de ponernos exquisitos y dilapidar todo lo que no tenga cierto sustento periodístico, pero la visita de la catalana fue tremendamente necesaria para poner las cosas en su sitio y vociferar que ‘El Hormiguero’ es de todo menos un programa de entrevistas.
El miércoles, un referente televisivo de los 2000 dejó sus labores como analista político para deleitarnos a todos con sus lecciones sobre el medio. A diferencia de muchos de los invitados que han pasado por las múltiples casas de Bertín Osborne, la vista de Xavier Sardà tuvo el foco puesto en su trayectoria profesional. ‘Mi casa es la tuya’ marcó un estupendo 17,9% de share abordando la importancia de ‘Crónicas Marcianas’ en la televisión ibérica, un referente audiovisual que sacudió los contenidos televisivos y replanteó nuevas formas de entretener al público. Sardà, junto a Boris, ratificaron en su visita al matrimonio Osborne que no está reñido lo culto con lo grotesco, durante años compaginaron el entretenimiento más visceral con el análisis sociopolítico más incisivo. Atrajeron a las masas con el circo mientras nos inoculaban dosis de conciencia y razonamiento crítico, no digo que todos los que lo veíamos seamos ahora eruditos, pero sí que algo de todo ello caló en nosotros y sobretodo en la televisión que se hace hoy en día.
Risto Mejide, otro catalán con capítulo propio en el libro de la comunicación televisiva, hizo triplete esta semana en Mediaset, tres días de éxito para el publicista ya sea en el ‘Chester’ o sentado en el jurado de ‘Got Talent’. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y en el caso del programa de entrevistas que regenta Mejide en Cuatro hay algo de cierto en ello, siendo un programa plausible es imposible no echar de menos la excelencia del ‘Chester’ original. Las localizaciones cuidadas, la factura impecable, las músicas envolventes o los finales con dedicatoria ya no brillan en esta nueva etapa. Risto mantiene el pulso y sus entrevistas siguen siendo de las más jugosas a nivel televisivo, agradecemos sus golpes de efecto y el público parece contento con el resultado; el programa subía el pasado domingo hasta un buen 7,3% de share. Alguien decidió que el formato debía evolucionar a riesgo de perder su esencia, el exceso de elementos externos distrae pero no suma. El secreto del ‘Chester’ residía en el clima que se generaba entre los interlocutores y el espacio audiovisual que los mecía, propiciando así que las puertas de la intimidad del protagonista se abrieran de par en par. Por el bien de todos, y sin ponernos melodramáticos, es importante que Mejide no se desvincule del medio, irremediablemente uno extraña la brillantez de antaño, pero ya se sabe, tanto amor amansa las neuronas.

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